Plié y nieve en polvo.
Introducción
Tenía abiertas de par en par las puertas para hacer carrera como primera bailarina en escenarios de todo el mundo. Pero la nostalgia por el esquí de travesía en las montañas del Valais pudo más. Ahora, Stephanie Schelling combina sus dos aficiones, aparentemente opuestas.
Lötschental
La estación de esquí de Lauchernalp, pueblos auténticos del Valais, el paisaje tremendamente romántico: el valle de Lötschental es una sugerencia secreta y un paraíso para freeriders y esquiadores de travesía.
Pasión por la danza y la nieve
Stephanie Schelling baila desde los cinco años e imparte clases de ballet y danza moderna. En su tiempo libre, cambia las zapatillas de ballet por las botas de esquí para entregarse a su otra gran pasión: el freeride y esquí de travesía.
Esta cercanía con la naturaleza, el aire puro, la libertad... es lo que adoro de una travesía de esquí.
Un sueño infinito de nieve en polvo
Los cristales de nieve brillan, no hay ninguna marca en la capa de nieve blanda. Stephanie empieza a sentir mariposas en el estómago. La sola idea de una ladera con nieve en polvo hace que libere la hormona de la felicidad. Desde los cinco años practica el esquí, y desde la adolescencia prefiere hacerlo fuera de pista en busca de la nieve en polvo perfecta. El panorama montañoso que rodea su hogar le ofrece innumerables posibilidades para ello.
A las puertas de los escenarios de todo el mundo
El fervor de Stephanie por la nieve en polvo es tan grande como su pasión por la danza. De pequeña empezó a aprender ballet siguiendo el ejemplo de su hermana mayor. Por casualidad tuvo la oportunidad de bailar para la academia de danza de Zúrich, e inmediatamente consiguió una de las codiciadas plazas para formarse en la academia. Las puertas para hacer carrera como primera bailarina en escenarios de todo el mundo se le abrieron de par en par.
Como todas las niñas, yo también soñaba con convertirme en primera bailarina.
Stephanie permaneció un año en la prestigiosa escuela de ballet de Zúrich. Pero la formación era demasiado rígida para ella. Los durísimos entrenamientos de esta institución casi consiguieron que dejara de disfrutar con la danza. Stephanie volvió al Valais, pero no abandonó la danza. Al contrario, empezó a impartir clases de ballet y danza moderna. Y ella misma sigue bailando.
En Zúrich eché muchísimo de menos las montañas del Valais y la nieve.
Silencio, montañas y la emoción por el descenso.
El aire es muy frío pero perfectamente claro. En el silencio absoluto solamente se escucha el sonido del viento, que azota las prendas de ropa. Stephanie y su marido Andreas se encuentran en la cumbre. Alrededor, se suceden los picos uno tras otro, todos cubiertos de nieve. Hacia el sur y el oeste se dan cita los prominentes cuatromiles, y abajo, a gran distancia, se encuentra el encantador valle de Lötschental, cubierto por la nieve. Aquí uno se siente en el techo del mundo. Estas vistas son la recompensa por el agotador ascenso.
Las enormes botas de esquí, la pesada mochila, los anchos esquíes, el tremendo frío... ¿no son lo contrario al ballet? Para Stephanie, no. Los delicados pasos del ballet se dejan ver en su elegancia al esquiar y su perfecto sentido de la carga al trazar las curvas. El esfuerzo que requiere la práctica del esquí hace que tenga mayor resistencia a la hora de bailar.
Levantarse pronto y escalar la cima de una montaña sobre los esquíes de travesía, atravesando paisajes intactos y cubiertos de nieve; así es un día de invierno perfecto para Stephanie. Y después, el mejor momento: el rápido descenso, levantando la blanda nieve a su paso. A buen ritmo, Stephanie y Andreas hunden sus esquíes en la nieve, lanzando gritos de puro júbilo mientras trazan amplias curvas a gran velocidad hacia el valle.
Tras la travesía, una tabla de quesos y fiambres típica del Valais y una copa de vino blanco: el final perfecto.
Para Stephanie, una buena travesía de esquí no finaliza con el último giro, sino con una terraza al sol. La vista se pierde de nuevo hacia la cumbre y vaga por las huellas que ahora decoran las laderas y los desfiladeros. La adrenalina baja y se experimenta una gran satisfacción. Queda la luz en los rostros y la emoción por la siguiente travesía.
Aquí tenemos de todo: mucha nieve, montañas altas, sol... no querría estar en ningún otro lugar.
